Epílogo de un suicidio

Posted on | 2.8.08 | 1 Comment

Cuando lo vi, él me abrazaba. Mi cuerpo, pálido e inmóvil, estaba postrado en la cama. El veneno hizo su trabajo. Sollozaba inconsolable. Quise acercarme, pero me daba miedo: nunca lo había visto así. Esperé un momento y tomé valor.

Traté de darle un beso en la frente. Su cara estaba trastocada por el llanto. Sus lágrimas caían y humedecían mi pecho. No pude. “Lo siento” le dije; me dolía verlo así. Él no me escuchó.

La escena me parecía algo inextricable. ¿Por qué lloraba tanto por mí? ¿Por qué me hacía sentir de esta manera? Me rodeaba de calor verlo chillar por mí. Sin embargo, luego me congelaba, por dentro, el sentimiento de culpa por deformarle su cara en llanto. Esto último, podría decirse que iniciaba con un dolor punzante en el pecho y se esparcía por el resto del cuerpo.

Mis ojos se llenaron de lágrimas y miraba todo derretido. Hasta ese momento, no me había percatado de lo que, él, lograba musitar entre gemidos: “Chiquilla, no... ¿Por qué, tontita, por qué?”. Luego, tomó mi mano entre la suya. Me apartó el pelo de la cara y me besó: la frente, la mejilla, los labios. Mi cuerpo siguió pálido e inmóvil.

Me quedé atónita. No podía hacer nada, el veneno ya había hecho su trabajo. Ahora era muy tarde. Si yo hubiese sabido que alguien se sentía así por mí, jamás hubiera terminado con mi vida. Me acerqué a su oído. “También te quiero”, le susurré. Sabía que no me escucharía.

Miré la escena una vez más y me pareció extrañamente bizarra. Tuve que arrancarme. Salí corriendo con la brisa de la ventana. Iba flotando. En el fondo sonó, de repente, un estruendo; un balazo. Miré hacia atrás. A los segundos, él, también, flotaba detrás de mí.

Comments

One Response to “Epílogo de un suicidio”

  1. Anónimo
    5/8/08 2:30 a. m.

    Si tú saltas, yo salto.